Categoría: kolora zebro

  • Etnografía del miedo [2025]

    Etnografía del miedo [2025]

    Ya son varios años desde que me di cuenta que si tengo un enemigo, un rival, un némesis acérrimo, ese es el miedo.

    Siento miedo desde que tengo memoria. Recuerdo solo una vez en la vida que dejé de sentir miedo por unas cuantas horas: cuando me comí un LSD bien potente y me fui a pasear con Oswaldo al centro de la CDMX. Fuimos a la Puri a bailar y las luces, wow las luces, después nos quedamos en un hotel del Centro Histórico para poder salir a caminar de madrugada por el zócalo y la alameda, y soñé con alacranes gigantes y espirales infinitas donde conocí a Dios. Sentía que el concreto debajo de mis pies era suave y cómodo, que las paredes eran dóciles, y que las personas no eran más que costales de carne, sangre y huesos, también llenas de miedo, como yo, y me sentí tranquilo y en paz.

    Fuera de esa ocasión, no ha habido otro momento en mi vida, reciente o no, en que haya dejado de sentir miedo, aunque sea por un instante. No sé si a todas las personas les pasa, pero a mí sí. En cada decisión, en cada movimiento, en cada emoción o recuerdo o esperanza que siento: todo tiene una fina (a veces no tan fina) capa de miedo. No es un miedo aterrador, ni paralizante, no, al contrario, he aprendido a vivir con él, a asimilarlo, a reconocerlo, a casi sentirme cómodo en su presencia, pero en cada paso debo enfrentarme a él, y vencerlo, o sucumbir. Es una batalla de todos los días, no queda de otra.

    En general me da miedo todo, todo el tiempo, pero hay ciertas situaciones o pensamientos específicos donde creo que se pone más intenso. Por ejemplo, verme o sentirme vulnerable es uno de los miedos más frecuentes. Esto implica desde salir a la calle, manejar, tener que hablar en público o frente a un grupo de personas, conocidas o desconocidas, compartir mi opinión, lo que pienso, o lo que siento, ya sea de frente o por mensaje… Tener que exponer mi realidad frente a otros, por cualquier medio y en cualquier situación, saberme ahí, transparente, a la vista de todo el mundo, listo para ser juzgado.

    Me da miedo el futuro, que no sea lo que espero, perder lo que he ganado, retroceder. Me da miedo el pasado, que me alcance, que no me deje avanzar. Me da miedo la gente, que me quiera hacer daño, o que no pueda aportarles nada útil. Me da miedo no tener nada qué decir, o que mi mensaje no sea comprendido, o que alguien critique mis ideas, o que se burlen de mí. Me da miedo que los demás no tengan miedo y que yo sea el único tonto aquí sentado, sintiendo miedo y escribiendo sobre esto.

    Pero he entendido, con los años, que el miedo solo es una cosa. Es una sensación, como el frío, o como el hambre. Llega, nos atraviesa, y de la nada, se va. Solo tenemos que aceptar ese cosquilleo en el vientre, esa opresión en la cabeza, el temblor en la punta de los dedos, el sudor que no termina de brotar, que se queda atorado en los poros, la comezón en las pantorrillas, la contracción del recto.

    Todas estas sensaciones incómodas, para mí, son las manifestaciones del miedo, y una manera de afrontarlo, aunque no se garantiza la victoria, es por medio de la respiración. Una respiración profunda, que nos llegue hasta el fondo de los pulmones. Si no funciona una, repetir dos, tres, cuatro, cinco veces, o las que sean necesarias.

    Si la respiración de plano no funciona, solo hay de dos sopas para enfrentar el miedo. Lo miras a los ojos, aceptas su presencia, le dices ‘ya te ví, estás aquí, lo sé, ahí quédate, está bien, no pasa nada’, y de todos modos sigues adelante, lo que sea que vayas a hacer. Si tienes miedo, pues lo haces con miedo, y punto.

    O, la segunda opción: te dejas derrotar. Igual lo miras a los ojos, esta vez le sonríes, aceptas su triunfo, le dices ‘ok, esta vez ganas, ni hablar, pudiste más que yo, espera la revancha’, y lo abandonas. Retrocedes, te haces a un lado, das media vuelta y sigues con tu vida. No te quedas estacionado pensando ‘chin, tuve miedo, qué pena’, porque eso quiere, que te sientas derrotado. Pero no pasa nada. Ante el miedo, a veces se gana y a veces se pierda, y la vida sigue. No pasa nada.

    Uno de mis propósitos para kOS4 es encontrar una manera de no sucumbir ante el miedo. O al menos, poder gestionarlo de una manera más suave, más fluida. ¿Se logrará? Está aún por verse…

    ¿Ustedes cómo viven el miedo? ¿A qué le temen? ¿Cuál es su miedo más grande? ¿Cómo lo enfrentan? ¿Alguna vez han pensado en esto? ¿Alguien lee alguna vez algo de todo esto que escribo? No sé, son preguntas que me hago a mí mismo, muchas veces con miedo de que no sean respondidas, o que ya sepa las respuestas.

  • Etnografía de la mediocridad

    Etnografía de la mediocridad

    Un día decidí que no era tan malo conformarme con la mediocridad. Me molestó mucho, durante mucho tiempo, el hecho de que yo no me pudiera comprometer realmente con ninguno de mis talentos. Todo lo dejaba siempre a medias.

    Los videojuegos, a medias. La guitarra y el canto, a medias. Las computadoras, a medias. La programación, a medias. El dibujo, a medias. Los videos, a medias. Todo a medias.

    Podría ser un miedo a comprometerse de verdad con una sola cosa y llegar hasta las últimas consecuencias. El miedo a fracasar, a no ser tan bueno, a no ser el mejor. El miedo a elegir mal, o a perderse de algo mejor. Existen muchos miedos que podrían estar orillándome a seguir dejándolo todo a medias.

    Frecuentemente comienzo proyectos que no prosperan, dejo de darle continuidad a un impulso fuerte, para concentrarme en algo más, que siento que tampoco puedo dejar pasar.

    Pero prefiero verlo como una tendencia y un gusto por dejarse llevar. Simplemente, no luchar contra la corriente y aprovechar cada impulso y cada ocasión para disfrutar y aprender. Todas las experiencias me fascinan.

    Si pudiera experimentar todos mis pasatiempos todo el tiempo, y si pudiera especializarme en cada uno de ellos, sería genial. Si pudiera desdoblarme en cada una de las realidades que alguna vez se abrieron frente a mí, no lo dudaría ni un instante.

    Si pudiera experimentar simultáneamente todas las posibles realidades en las que me desenvuelvo, y serlo todo en todas partes todo el tiempo, me entregaría plena y absolutamente a esa experiencia.

    Pero, al menos en esta vida, o en esta realidad, no podemos, y si acaso podemos, resulta tremendamente complicado, dadas las limitaciones de nuestros sentidos y nuestra percepción. No queda de otra más que tratar de disfrutar cada ocasión que se nos presenta.

    Entiendo que el sistema nos convoca a luchar con valor, no rendirnos, lograr nuestros ideales, viajar, tener éxito, ser feliz. Pero creo que mientras más nos aferramos a estos deseos, implantados en nosotros por otras personas a quienes respetamos o admiramos, más reproducimos las estructuras de interacción global en las que estamos atrapados, y que nos condenan a la desigualdad.

    Es decir, cumplir nuestros deseos implica que otras personas dejen de cumplir los suyos.

    Y no me voy a hacer el mártir, no es que no quiera o necesite cosas, también me gusta vivir, y vivir bien. Soy igual que todas las personas, no me creo mejor, ni especial, ni nada por el estilo. Simplemente, he decidido no ganar el juego.

    No tratar de ser el protagonista. No contar una historia sobre mí, sino construir un relato sobre un grupo de personas, una tribu, una pequeña comunidad que alguna vez existió y que tuvo ciertas aventuras. Es todo.

    Y si eso me hace mediocre, pues bueno. Seré mediocre.

  • La Eterna Batalla

    La Eterna Batalla

    Había una vez dos hermanos. Eran idénticos en todo: mismos ojos profundos, que mostraban el corazón de las estrellas más viejas del universo; mismos gestos, siempre el semblante pacífico, tranquilo, perpetuo; y mismo caminar, con pasos largos y lentos, como si flotaran en el tiempo y el espacio.

    Pero había una gran diferencia entre ellos: uno era todo luz, y el otro era la insondable y eterna oscuridad.

    Desde que nacieron, así fue. Lo recuerdan clara y vívidamente. De repente mucha luz, para uno, mucha oscuridad, para el otro, se deslizaron por un túnel, como un tobogán sin fin, a toda velocidad por la eternidad del cosmos, y de un momento a otro estaban en medio del vacío absoluto.

    El silencio les presionaba los oídos como dos rocas gigantes. La nada les aplastaba el cráneo en todas direcciones a la vez. Por un momento, pensaron que eso sería todo, que no habría nada más para ellos, y dejaron que el miedo los invadiera.

    Se desvanecieron… Pero literalmente, se desvanecieron.

    Su ser inundó la nada y lo fue llenando. La nada dejo de serlo y adquirió su forma y sus propiedades.

    “dualidad” (1964), by rufino tamayo (1899-1991)

    Del brillo de sus ojos nacieron las primeras estrellas. De sus pensamientos brotaron las nebulosas, los meteoros y los gases primigenios. De su aliento, algunos cientos de miles de años después, surgió la vida misma.

    Pero no antes de que agotaran todos los juegos y terminaran todas las batallas anteriores.

    Cada estrella que uno creaba, el otro la convertía en agujero negro. Por cada galaxia que alcanzaba su apogeo gracias a la alegría de un hermano, el otro con su tristeza y llanto extinguía y apagaba alguna más, sembrando grandes extensiones de soledad absoluta.

    Uno generaba luz y calor, otro se complacía con el frío y la oscuridad. Uno creía en el equilibrio y el balance. El otro buscaba el caos y la destrucción.

    Con el tiempo, aprendieron que podían tomar la forma que quisieran y experimentarse a sí mismos de la manera que más les llamara la atención.

    Uno se convertía en un planeta gigante y tejía sistemas a su alrededor, el otro tomaba la forma de una lluvia de meteoros que destruían las telarañas cósmicas más antiguas del universo.

    No sabían por qué, pero les resultaba sumamente entretenido este juego de poder, este crear y destruir, era su diversión más grande y en realidad lo único que estaban dispuestos a hacer.

    Lo demás estaba bien: la contemplación, la experimentación, sí, todo eso es interesante y les ayudaba a entender un poco mejor quiénes eran y por qué estaban allí, cómo es que podían expandirse de esta manera por todo lo que existía, ¿o sería acaso que ellos eran todo lo que existía? Muchas preguntas sin respuesta.

    En lugar de enfrascarse en caminos sin salida, indagando en asuntos que escapaban de su control, los hermanos decidieron seguir con el juego de la lucha infinita.

    Campos magnéticos en una galaxia espiral

    La mayor parte del tiempo seguía siendo un juego, pero había periodos donde se volvía más personal.

    Como eran omnipresentes y simultáneos, experimentaban la realidad más allá del tiempo y del espacio, pasado, presente y futuro a la vez, así que podían ir y venir por todos los recovecos de la Creación, moviendo piezas y creando estrategias en distintos niveles con tal de ganar de una vez el juego.

    De vez en cuando se tomaban una tregua, un descanso, después de alguna batalla especialmente violenta, solo para asegurarse de que siguiera siendo un juego.

    A fin de cuentas, eran hermanos, y aunque se destruían uno al otro constantemente, también se amaban de manera incondicional, no podían evitarlo.

    En uno de estos descansos, el hermano de luz descubrió su aliento de vida. Hizo florecer todo un planeta, en unos cuántos millones de años. Algo inédito hasta ese momento.

    life and death

    El hermano de oscuridad, al ver este suceso inaudito, descubrió su propio aliento de muerte, y se complació tremendamente.

    Este primer planeta lo conservaron intacto muchos años, solo por la nostalgia de haber sido el que inició una nueva etapa en su aparentemente eterna historia.

    Podían jugar y destruir cualquier parte del universo, excepto este pequeño rincón donde flotaba este pequeño e insignificante planeta.

    Crearon vida y muerte en otros lugares, por supuesto. En muchos otros. Se divertían mucho haciéndolo y encarnando pequeñas batallas locales.

    Vivir era tan divertido. Había todas las posibilidades para desarrollar nuevas reglas, nuevas tramas, nuevas experiencias y emociones. Los hermanos estaban gratamente complacidos, pero también sus batallas se habían vuelto mucho más intensas.

    No era lo mismo las rocas y los polvos que quedan al destruir un planeta, que los huesos, la sangre y los recuerdos de la vida. La muerte es mucho más pesada que la destrucción. Y entre más formas encontraban de pelear, más ganas les daban de ganar.

    Mad world

    A veces ganaba uno, a veces el otro. Cada quien tenía sus momentos, sus protagonismos. Había periodos donde el hermano de oscuridad lo dominaba todo, porque el de luz estaba aburrido, o contemplativo, o simplemente distraído.

    Despertaba de su letargo, de algunos cientos de miles de años, y volvía a dar la pelea, recuperando galaxias, devolviendo la luz al universo, solo porque no había nada mejor que hacer.

    Y así van extendiendo la eterna batalla por todo el tiempo y todo el espacio.

    Cada vez que se topan con aquel diminuto planeta azul donde un día al hermano de luz se le ocurrió la vida y al hermano de oscuridad se le ocurrió la muerte, se detienen un momento y lo observan, y experimentan un rato la belleza y la inocencia de sus seres, sus problemas tan pequeños, sus preocupaciones tan insignificantes, sus enredos tan cómicos y espontáneos.

    Earths

    Es lo correcto mantener este pequeño rincón del violento y agitado cosmos, al margen de todas las atrocidades del resto del universo, en eso están de acuerdo.

    [FIN]

  • Etnografía de la ansiedad

    Etnografía de la ansiedad

    Nos enfrentamos a un enorme reto en la cotidianidad de nuestros días. Cada uno como individuo, y como parte de una misma especie, con la que compartimos esta inusual cualidad de experimentar la otredad. Formamos parte de un complejo entramado de relaciones y estímulos que moldean y le dan sentido a nuestro quehacer de todos los días.

    El problema

    Nos enfrentamos, día tras día, a la impresionante hazaña de darle un sentido auténtico y verídico a nuestras vidas, y confiar en que debemos seguir hacia adelante, paso a paso. Si bien podemos andar por la vida en modo automático un tiempo, tarde o temprano siempre nos alcanza el fantasma del sentido de la vida, nos sacude y nos obliga a estar presentes otra vez.

    Por supuesto que en esa búsqueda también nos enfrentamos a una buena cantidad de trampas, desafíos y obstáculos que deberemos sortear, de una forma u otra. Hay enemigos del otro bando que intentarán quitarnos nuestros recursos, o engañarnos para que los entreguemos, o te obligarán a trabajar para ellos a cambio de beneficios.

    La vida es un enorme juego de rol y estrategia en tiempo real, con múltiples expansiones y modos de juego, recompensas, castigos y mecánicas especiales, que sirven para simplemente ponernos de acuerdo entre todas las personas y sortear esta vida de la mejor manera posible para cada quien.

    Así como cuenta esta muchacha del tiktok:

    @liamchu_08

    ARRIBA LOS NUTRI FANSSSSSS ฅ⁠^⁠•⁠ﻌ⁠•⁠^⁠ฅ🩷

    ♬ sonido original – liamchu ʕ·ᴥ·ʔ🫐🐁

    Todo indica que no puede ser de otro modo. ¿O sí? Quizá algún día nos pongamos de acuerdo. Pero hasta ahora, toda la vida ha sido: un bando contra otro, y gana el que juega mejor. Las reglas de los juegos obviamente las ponen los dueños del recurso, quienes para entretenerse, y también para que los dejemos tranquilos, nos ponen en este escenario, a combatir por los premios adicionales y las recompensas. ¡Es una trampa!

    Los artistas y los empresarios, bajo las órdenes de los verdaderos dueños del capital y la riqueza, tratarán de hacerte creer que están de tu lado, para que compres lo que promocionan y vivas de acuerdo a sus reglas. Ni Shakira, ni nada que te guste, se salvan de esta dinámica.

    Cada paso que damos, nos enreda más en este entramado. Pero es complicado salir, porque pareciera que no hay nada más allá, solo la desolación, la soledad, el abandono, la depresión, la ansiedad. La nada. La muerte.

    Nos dan los remedios, están a nuestro alcance: sal, diviértete, ten pasatiempos, relájate. Pero en el fondo todo implica: compra, compra, consume, consume. Aunque todavía más en el fondo, nos referimos a la vinculación, a la conexión entre los individuos, que es lo que a fin de cuentas, hace perpetuar a las comunidades.

    Como yo lo veo, el problema es que creemos, y validamos, que esta vinculación solo puede darse a través del consumo en términos monetarios, de riqueza, y de ciertos medios de intercambio válidos, como comida y bebida, placer, entretenimiento, solo así se puede establecer un valor y un equilibrio justo para todas las partes.

    Todo se reduce a conseguir dinero, a fin de cuentas. Pagar nuestras deudas. Comprar, vender, comprar, seguir y seguir con esta dinámica hasta nuestro último aliento. Díganme si eso no es razón suficiente para temer por nuestras vidas todo el tiempo y en todo momento.

    Una persona promedio se preocuparía por este tipo de cuestiones un rato, y después por otras más urgentes y más prácticas. En cambio, una persona con ansiedad no tiene la capacidad ni la habilidad para dejar de preocuparse por esto, o por otros temas que para el resto de la gente pueden parecer minúsculos o insignificantes. Su mente le dedica enormes cantidades de atención, incluso en segundo plano, durante largos periodos de tiempo, que pueden ser días, semanas o meses.

    Recuerdo que pasaron meses y meses enteros en que me estuve preocupando por el pleito con mis hermanos, desde que me despertaba hasta que me iba a dormir, sin que nadie hiciera nada al respecto, sobre todo ellos, o yo. No recuerdo un periodo largo de mi vida en que no me haya tenido que preocupar por conseguir dinero, y entre más he tenido, más preocupado estoy. Es un horror constante.

    Claro sí, la gente a mi alrededor me dice, qué fácil, deja de preocuparte, distráete, sal, diviértete, piensa en otra cosa. No es el pensamiento en sí lo que me imposibilita, sino una sensación en el cuerpo lo que me hace preocuparme.

    Esa sensación está repartida por todo mi cuerpo, sí nace de mi mente y de mis pensamientos, pero en un parpadeo se esparce por el estómago, el cuello, las manos, las piernas, la energía en general, incluso el sueño.

    Es como una comezón, que no puedes dejar de sentir nunca. Te puedes distraer, la puedes tolerar, puedes tener tal bienestar en tu vida, que no te perturba. Pero está ahí, todo el tiempo. Por momentos adquiere fuerzas, y otras veces se adormece. Pero siempre está ahí.

    La solución

    El mundo ya es raro de por sí. Las personas con ansiedad vivimos en un mundo todavía más raro, donde una sombra de preocupación y duda nos acompaña todo el tiempo, en todos lados. Un juicio constante, un cuestionamiento perpetuo, que no calla, que no cesa, que no nos permite simplemente disfrutar del momento.

    Pero siempre he pensado, que el amor es lo único que nos puede salvar de este y de muchos otros fantasmas y obstáculos en nuestras vidas. Cualquier tipo de amor, cualquier intensidad, cualquier práctica que incluya atención, cuidado, ternura, cariño, y todos esos ingredientes que percibimos como amor, nos ayuda a seguir adelante y caminar todos los pasos que sean necesarios.

    En este sentido es impresionante la canción de Juan Gabriel, “Debo hacerlo”, un grito enorme de auxilio y un llamado de atención de una persona que está perdiendo la batalla contra la soledad, y su consecuencia más directa, la muerte.

    Pero no es más que la historia de todos nosotros. La búsqueda y el reconocimiento constante del amor que damos y recibimos, y que de maneras directas e indirectas nos permite sobrevivir en este mundo, y no solo eso: ser verdaderamente felices.

    Lo más sorprendente de todo, es que la fuente de amor más extensa que existe nos rodea ahora mismo: ser parte de una increíble, casi imposible Creación Divina. Todo lo que somos, cada átomo que existe, es un milagro celestial que nos debe regocijar por sí mismo.

    Si hubo un Creador o no, si le dicen de un modo u otro, eso no importa, ya que la Obra en sí misma, al ser un reflejo y una manifestación de su esencia, forma parte de y en ese caso, al adorar la Obra, adoramos al Creador (exista o no).

    La fuente inagotable de amor por excelencia, el Universo, nos inunda, nos atraviesa y nos sobrevive. Es el testigo de nuestro paso por él, y todo lo que dejamos detrás, todo el amor que dejemos detrás de nosotros, es nuestra ofrenda.

    Desde enseñanzas hasta orgasmos repartidos, todas las formas de amor son válidas. Debemos recordar esto y poner atención y preguntarnos: ¿de este modo estoy amando? ¿Es un amor satisfactorio, que construye? ¿Me gustaría que me amaran así? ¿Esto que recibo, aunque no sea como yo espero, es amor?

    El amor pocas veces es incondicional. Pero encontrar maneras de completar las transacciones de amor, es lo que nos pone a prueba y nos une todavía más. Los obstáculos al crear vínculos de amor, construyen y vuelven más fuertes nuestras relaciones y nuestras comunidades.

    Básicamente, esta es mi propuesta: sí, es un mundo raro, pero eso lo hace milagroso, divino en el sentido estricto y literal. Nos brinda y se alimenta de amor. Al darlo y recibirlo, el universo se acomoda para ayudarnos a sobrevivir, del mejor modo para nosotros en ese momento. Solo debemos amar. Eso nos salvará.

    Es una apuesta importante, pero creo que a lo largo de mi vida y de mi historia personal, es la única que no me ha fallado. Solo comparto mi experiencia personal, no quiere decir que no haya otros caminos válidos y posibles. Pero por este sendero es por donde la vida me ha traído, y es lo que el Universo me ha enseñado hasta ahora.

    ¿Tú qué opinas? ¿Te hace sentido algo de esto? ¿Estoy simplemente perdiendo mi tiempo al escribir estas líneas? ¿Cómo le das sentido a tu vida? ¿Qué te motiva? ¿Qué te inspira a amar?

    Siempre me va a interesar tu respuesta 😉

  • Una aventura más

    Una aventura más

    A veces no hay de otra, tienes que aferrarte a la idea de que todo esto que te está pasando, todo lo que te rodea, todo lo que sucede alrededor de ti, y te envuelve y te empuja, y te jala y te tumba, a veces te daña, a veces te sana, y así vas por la vida, pero en una de esas, tienes que convencerte de que todo esto que sucede, es una aventura más por el universo.

    Una más de las tantas miles de millones que suceden simultáneamente en universos infinitos, si nos ponemos un poco más cuánticos. No queda de otra más que detenernos, respirar, relajarnos, soltar los hombros. Compartir lo que somos, eso es lo más importante, actuar de corazón, ser honesto, sincero, creer en lo que dices, tratar de ser consecuente, procurar siempre la lealtad ante todo, nada más. Simplemente, ir derecho por la vida, sin molestar a nadie. Al menos, eso para mí es lo que se debe hacer. No sé los demás qué opinen.

    A veces nos preocupamos demasiado, sin recordar que hemos estado peor, de peores condiciones hemos salido. Debemos ser valientes y enfrentar el futuro con la frente en alto, aunque terminemos en el suelo, comiendo lodo, humillados, sin dignidad, aunque nuestros nombres sean olvidados, o incluso calumniados, no importa: habremos dejado un rastro de nosotros detrás, para que otros lo sigan, si les sirve, que tomen lo que gusten, y sigan sus caminos, en otras direcciones, o en las mismas, pero más fácil.

    No solo debemos mirar hacia delante, sino también hacia atrás. Aprender de los errores de nuestros abuelos, de sus experiencias, escucharlos, respetarlos, honrarlos, valorarlos. Voltear al pasado y aprender de él, sin descuidar el futuro, ese es el verdadero reto al que nos enfrentamos, mientras andamos por este mundo, cada quien en su aventura personal.

    Este blog, como siempre, como cada vez, pretende ser una aventura de esas, donde se comparte la experiencia, en busca de otras opiniones, otras perspectivas, eso es lo bonito de las plataformas digitales, con algo de suerte, si el Santísimo Algoritmo lo permite, se puede establecer un diálogo, si hay voluntad suficiente, no necesitamos vincularnos con contenidos superficiales y tramposos, sin duda. Pero lo cierto es que a estas alturas, representan un lenguaje común para muchas personas todavía. Lo más importante es que debemos aprender a comunicarnos entre nosotros. Y para comunicarnos no hay otro camino más que conocernos.

    Solo podemos comunicarnos con lo que conocemos. Es imposible hacerle ver tu visión del mundo a una piedra, o a un gatito (por más adorable que sea). Si queremos realmente cambiar el mundo (honestamente no sé cómo terminé escribiendo sobre esto), en algún punto, no hablo de mañana, ni de para nuestros hijos, ni nada de esas cursilerías: es una apuesta, un salto de fe. Nada más. Nada nos garantiza, que nuestras acciones presentes no se pierdan en las sombras del olvido colectivo. Por eso, ante la idea de cambiar al mundo se actúa por convicción, no para exigir resultados, ni para decepcionarse, ni para reclamar, o adoctrinar, o sentirse superior a otros, o alimentar odios o prejuicios.

    Pero, como decía, si queremos realmente cambiar el mundo, debemos aprender a comunicarnos con lo diferente. Con esas personas que no piensan como yo. Que no creen en lo que yo creo. Que no comparten conmigo casi nada. Ahí está la clave de construir mejores comunidades: promover la diversidad de pensamientos a la vez que la tolerancia, la apertura y el respeto por las ideas ajenas, entendiendo que en el fondo, todas nuestras ideas son ficciones, cada quien posee una parte de la realidad: cuando las juntamos, se crea la verdad verdadera, esa que tanto nos fascina, pero nosotros, a nuestra escala, no podemos conocerla, por eso creemos en un Dios, un ser superior, un ente, o un horóscopo, que supervisa estos caminos y los corrige en caso de ser necesario.

    Estamos en esta aventura juntos, por el momento. ¿Por qué no tratar de llevarnos bien? ¿Por qué no intentar aprender lo más que podamos, todo el tiempo, con todas nuestras experiencias? Pues este soy yo, haciendo el intento.

    ¡Te mando un abrazo!