Etnografía de la mediocridad

Un día decidí que no era tan malo conformarme con la mediocridad. Me molestó mucho, durante mucho tiempo, el hecho de que yo no me pudiera comprometer realmente con ninguno de mis talentos. Todo lo dejaba siempre a medias.

Los videojuegos, a medias. La guitarra y el canto, a medias. Las computadoras, a medias. La programación, a medias. El dibujo, a medias. Los videos, a medias. Todo a medias.

Podría ser un miedo a comprometerse de verdad con una sola cosa y llegar hasta las últimas consecuencias. El miedo a fracasar, a no ser tan bueno, a no ser el mejor. El miedo a elegir mal, o a perderse de algo mejor. Existen muchos miedos que podrían estar orillándome a seguir dejándolo todo a medias.

Frecuentemente comienzo proyectos que no prosperan, dejo de darle continuidad a un impulso fuerte, para concentrarme en algo más, que siento que tampoco puedo dejar pasar.

Pero prefiero verlo como una tendencia y un gusto por dejarse llevar. Simplemente, no luchar contra la corriente y aprovechar cada impulso y cada ocasión para disfrutar y aprender. Todas las experiencias me fascinan.

Si pudiera experimentar todos mis pasatiempos todo el tiempo, y si pudiera especializarme en cada uno de ellos, sería genial. Si pudiera desdoblarme en cada una de las realidades que alguna vez se abrieron frente a mí, no lo dudaría ni un instante.

Si pudiera experimentar simultáneamente todas las posibles realidades en las que me desenvuelvo, y serlo todo en todas partes todo el tiempo, me entregaría plena y absolutamente a esa experiencia.

Pero, al menos en esta vida, o en esta realidad, no podemos, y si acaso podemos, resulta tremendamente complicado, dadas las limitaciones de nuestros sentidos y nuestra percepción. No queda de otra más que tratar de disfrutar cada ocasión que se nos presenta.

Entiendo que el sistema nos convoca a luchar con valor, no rendirnos, lograr nuestros ideales, viajar, tener éxito, ser feliz. Pero creo que mientras más nos aferramos a estos deseos, implantados en nosotros por otras personas a quienes respetamos o admiramos, más reproducimos las estructuras de interacción global en las que estamos atrapados, y que nos condenan a la desigualdad.

Es decir, cumplir nuestros deseos implica que otras personas dejen de cumplir los suyos.

Y no me voy a hacer el mártir, no es que no quiera o necesite cosas, también me gusta vivir, y vivir bien. Soy igual que todas las personas, no me creo mejor, ni especial, ni nada por el estilo. Simplemente, he decidido no ganar el juego.

No tratar de ser el protagonista. No contar una historia sobre mí, sino construir un relato sobre un grupo de personas, una tribu, una pequeña comunidad que alguna vez existió y que tuvo ciertas aventuras. Es todo.

Y si eso me hace mediocre, pues bueno. Seré mediocre.

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